“El trabajo más
productivo es el que sale de las manos
de una persona contenta”. Esta
fue una de las citas célebres que nos dejó Victor
Pauchet, reconocido cirujano francés cuya maestría y excelencia proporcionaron
importantes innovaciones en el campo
de la cirugía del siglo XX. Tratándose de un hombre de ciencia y un profesional cuyas manos
son claves como herramienta de precisión, me llama poderosamente la atención
que relacione la productividad en el trabajo con el estado de ánimo.
Creo interesante exponer este tema ya que —aunque parezca increíble—
en pleno siglo XXI, aún quedan gerentes, empleadores, empresarios, mandos
intermedios y encargados de equipos, que parecen no tener en cuenta la sabia
reflexión con la que comienzo el post. En lugar de ello, de construir relaciones
que favorezcan ambientes dónde las personas puedan aportar con ilusión y
compromiso lo mejor de sí mismas en su puesto de trabajo; utilizan el miedo, la
amenaza, la sanción, la coacción, el control disfrazado de supervisión junto
con una buena porción de nefasta comunicación; que no hacen sino sembrar desánimo,
angustia y temor que acabarán degenerando en más y mayores errores acompañados
de una caída en la productividad. Últimamente he leído algunos artículos que
hablan sobre el hecho de que las empresas no tienen por qué hacer felices a sus
trabajadores, y estoy de acuerdo en que
no debemos dejar nuestra capacidad para
ser felices en manos ajenas. Lo que no comparto es que se utilice esta
premisa como escudo tras el que parapetarse y mantener hábitos gerenciales
anticuados, desalentadores y contraproducentes, tanto para la salud mental de
los empleados, como para la cuenta de resultados de la organización. Tal vez
con modificar “eso” que contribuye a desmotivar sería suficiente… ¿A quién le
apetece involucrarse y dedicarse no solo en cuerpo (presencia) sino también en alma
(amor) a un proyecto, si siente miedo y aversión al solo hecho de pensar que
tiene que reunir todas sus energías para superar la jornada de trabajo? Dediquemos
unos minutos a pensar en ello.
Para desempeñar funciones de responsabilidad sobre
personas, no basta con el conocimiento técnico. Es imprescindible entrenar las competencias personales: comunicación,
empatía, resolución de conflictos, trabajo en equipo. En definitiva,
desarrollar la inteligencia emocional
y aplicarla también en el ámbito laboral. Porque es cada vez más la gente con gran talento la que
me plantea que estarían dispuestos a cambiar su trabajo, a asumir el riesgo de
montar un negocio o, incluso, que aunque el hecho de estar en desempleo es una
situación económica no deseada para la mayoría, en ocasiones, la cambiarían por
el sufrimiento y desgaste emocional que llegan a experimentar en sus puestos. La
pregunta que se hacen es: ¿Compensa? Está claro que trabajamos y a cambio
recibimos un pago por nuestros servicios, pero ejercer nuestra labor
con excelencia, desde el compromiso, necesita de una cultura y ambiente sanos para
que pueda florecer.
Mi pregunta, sobre todo para aquellos que tengan personas
bajo su mando, y volviendo al protagonista del post de hoy, Victor Pauchet, es: Teniendo en cuenta
lo leído hasta aquí, ¿cómo te gustaría que fuese el director de tu cirujano?
Me ha encantado. Y a la vez t hace reflexcionar en muchos problemas que te se presenta dia. Ha dia para ayudarte a entender tus problemas para. Q te sean mas facil. Entenderlos y buscar soluciones
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Ana.
EliminarMe alegro que te haya servido el post y te invito a que sigas leyendo los próximos.
Un abrazo!