Mostrando entradas con la etiqueta Decisiones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Decisiones. Mostrar todas las entradas

miércoles, 28 de junio de 2017

Decidir con el corazón.

Tomar el camino correcto, a veces, no es una tarea fácil. Debemos buscar información suficiente; considerar los pros y los contras; los beneficios y perjuicios para nosotros o para terceros valorando las consecuencias y el precio a pagar. Y toda decisión tiene su coste… Si vas a posponerla, ¡cuidado con los intereses de demora, que toda financiación tiene su recargo!
Al tener que barajar tal cantidad de datos, tendemos a dar la completa potestad a nuestro intelecto. ¡Quién mejor que nuestra parte racional, objetiva, calculadora, aséptica, inteligente…, para llevar a cabo tan ardua tarea! Evidentemente, después de tomarnos nuestro tiempo llegamos a una conclusión que estimamos viable y planificamos una acción. Hasta aquí todo bien, la evolución nos ha dotado de un sistema moderno de procesamiento de la información que nos perfecciona como especie. Sin embargo, se nos olvida un detalle importante: Nuestro cerebro emocional también participa. Estaba allí antes y ha contribuido a nuestra supervivencia. Por algo será…
Para ser eficaces a la hora de hallar la decisión más adecuada sobre un asunto importante que nos atañe, es imprescindible que primero seamos conscientes de si elegimos u optamos. Cuando optamos, descartamos alternativas que no deseamos y nos quedamos con la que nos genera un malestar menor. Por el contrario, en el momento que elegimos ejerciendo nuestra responsabilidad, ponemos el énfasis en la ruta que nos conduce hacia dónde nosotros queremos ir. La clave para determinar si elegimos u optamos podemos encontrarla en una pregunta sencilla y compleja a la vez: ¿Estoy jugando para ganar o para no perder? La actitud con la que afrontemos esta dicotomía, nos llevará a incluir en nuestra ecuación emociones muy diferentes: la alegría de un posible triunfo o el miedo a un potencial fracaso.
Si prestas atención, en cualquiera de los dos casos, no nos centramos únicamente en los datos y la información objetiva que tenemos a nuestra disposición y que maneja la lógica. Estamos imaginándonos cómo nos sentiremos tras dar o no un paso concreto. ¡Y vaya si nos lo imaginamos! De hecho, ¿quién no ha sentido un nudo en la garganta o en el pecho al sopesar diferentes rumbos de acción? ¿Y un “revoloteo” de ilusión en nuestro estómago? Esto también es inteligencia. Inteligencia Emocional.
Es posible que nuestras decisiones en ciertas circunstancias sean juzgadas por otros como irracionales, fuera de toda lógica o menospreciadas por mostrar cierto tinte emotivo. En estos casos, no puedo resistirme a citar al físico, matemático y también filósofo y escritor Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Yo lo pienso de corazón ¿Y tú?


miércoles, 31 de mayo de 2017

Cuando el defecto es la perfección.

Imagino que estarás de acuerdo conmigo cuando digo que los seguidores de la doctrina de “lo perfecto” son perfeccionistas, es decir, aquellos que siguen la tendencia a mejorar incansablemente un trabajo. ¡Pero,… qué ironía más perfecta!
Puede ser una suerte contar con personas que ponen todas sus energías  en hacer las cosas muy bien —traducido por— hacerlas perfectas. Y la pregunta aquí no es hasta dónde, ya que el criterio será igual de arbitrario que la propia persona que establece ese punto perfecto; la pregunta debería ser ¿hasta cuándo? En este preciso instante es dónde entramos en modo ironía: el perfeccionista queda enganchado a su estándar por tiempo indefinido, de modo que jamás su labor alcanzará el carácter de perfecto, esto es, se mostrará incapaz de dar el paso  para considerarlo terminado. Concluido. Vuelvo a cuestionar; si nunca estará acabado, ¿para qué tanto esfuerzo?
Cuando acometemos una  tarea importante nuestro deseo es que el resultado último sea satisfactorio, que nos sintamos orgullosos del trabajo realizado y, a ser posible, que al finalizarlo, nos lo reconozcan en su justa medida (la que a nosotros nos parece justa, claro). Si nos quedamos ahí, evidentemente puede parecernos que, a veces, ese reconocimiento no se ajusta a todo el esfuerzo realizado, dejándonos un amargo sabor de boca y de espíritu. Por ello, nos paramos a pensar que aunque sea un gran trabajo, aún no está listo para el veredicto final… y continuamos nuestro camino hacia “la Ciudad Esmeralda" de la perfección. Sin darnos cuenta, estamos jugando un juego peligroso. Porque tras la persecución de esa inalcanzable perfección autocreada evitamos decidir cuándo considerarlo concluido ya que deberemos enfrentarnos al miedo, sin percatarnos de que esto es un importante defecto o falta de acción. ¡Vaya! Defectos. Justo lo que no estamos dispuestos a permitir…
Es necesario ver que tras esa indecisión se esconde una emoción: El miedo al fracaso, al rechazo o al error. Esa es la razón. Simple. Tememos que “nuestra obra”, con la que acabamos identificándonos, tenga algún fallo o tara, que extrapolaremos directamente a nosotros mismos, convirtiéndonos de ese modo en alguien imperfecto. ¡Qué terrible!, ¿verdad? Darnos cuenta que aún nos quedan cosas por aprender, que nuestro criterio no puede contemplar todos los puntos de vista, que estamos marcando nuestra valía en función de las opiniones que encontramos en el exterior y que nuestra autoestima crece mejor cuando corregimos desviaciones que cuando queremos controlar todas las variables. Irónicamente un insoportable hallazgo, sin duda. Por tal motivo, y aunque basándonos en la lógica podamos entenderlo, olvidamos el argumento y recaemos una y otra vez en bucle.
Y concluyo, dando por perfecto (terminado aunque mejorable) este post preguntando: ¿Qué ocurriría si nos atreviésemos a convertirnos en auténticos exploradores del error para descubrir cómo podemos lograr la excelencia de forma constructiva y rápida?
Propongo, para aquellos que nos vimos reflejados, que pasemos de la tiranía de lo perfecto en la idea a la libertad de lo mejorable en la acción. ¿Te atreves a hacerlo? Ponte a prueba y aprenderás seguro.