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jueves, 3 de mayo de 2018

La fórmula del éxito


Hay quién se deja la piel y la vida por conseguirlo. Hay quienes lo persiguen como al Santo Grial. Hay quién lo consigue sin importarle los medios. Y hay, hasta quienes  lo anteponen a todo lo demás. Para tener más… Y, ¿para qué queremos más? 

Nos esforzamos por encontrar la clave secreta, aquella que sólo parecen conocer los alquimistas y que es capaz de convertir el plomo en oro. Y si es rápido, mejor. Aunque “lo mejor” casi nunca llega rápido. Pensamos que hemos alcanzado el éxito si obtenemos reconocimiento, dinero, posición social, aplausos. Pero, ¿y si estuviésemos buscando la fórmula equivocada? Al fin y al cabo, ¿qué es tener éxito? Y, ¿cómo estar seguros de que cuando se tiene éxito no es ese éxito el que “nos tiene” a nosotros?

Es probable que pienses, a primer golpe de vista, que estas preguntas pueden hacer tambalear las creencias acerca de lo que consideramos como una persona o un negocio exitoso. Y, sí, esa es precisamente su función. Cuestionar lo que nos han dicho que es el éxito es importante para averiguar si eso es lo que realmente estamos anhelando. Según las buenas recetas, cada ingrediente cuenta. Tiene su medida y su tiempo de cocción si nos afanamos por elaborar un plato exquisito saludablemente equilibrado que no sólo sacie nuestra hambre, sino que también nos aporte verdaderos nutrientes que nos hagan sentir y estar bien. En cambio, si nuestro plato —aunque sabroso y atractivo— está carente de verdadero alimento y lleno de calorías vacías que no nos aportan nada útil, a la larga perjudicará nuestra salud física y también psicológica. Por eso, tal vez el éxito junto con su fórmula, se nos quedan cortos; quizás porque solo “calman el hambre y colman los sentidos”. Pero del resto se olvida…pretendiendo que el éxito nos regale lo que sólo el logro puede darnos: desarrollo personal de nuestras propias capacidades y contribución social. En otras palabras, no es igual “un plato grande que un gran plato”, ni es lo mismo una vida de éxito que una vida lograda. Entonces, si es esta última la que ansiamos, deberemos aspirar, antes que a la notoriedad como fin, a la calidad de nuestros actos. Indudablemente ello requiere de un autoliderazgo disciplinado, dirigido a la excelencia y enfocado hacia uno mismo, capaz de llegar a “resonar” e incluso inspirar a los demás. En los negocios y en la vida. Porque —recordemos— vivimos y trabajamos con personas y para personas.

En resumidas cuentas, la verdadera fórmula magistral para lograr una vida plena, satisfactoria y que nos proporcione bienestar, pasa por mejorarnos como seres humanos personas y profesionales— con objeto de aportar esa excelencia a todo aquel que la requiera, sin dejar de renovarnos. Por lo tanto, la “incógnita alquímica” que trasforma nuestros “plomos” o carencias en “oro”, y que nos permite brillar para poder compartir esa luz, está siempre más cerca de lo que pensamos; no se trata de tener más… porque seremos “esclavos” encerrados en una prisión sin barrotes. Se trata de apostar por ser mejor, de generar la actitud de trabajar con esmero “desde dentro hacia afuera” para hacer visible y valorable “lo valioso”.

Y tú, ¿qué fórmula eliges?




jueves, 12 de octubre de 2017

Locos por el trabajo

El trabajo más productivo es el que sale de las manos de una persona contenta”. Esta fue una de las citas célebres que nos dejó Victor Pauchet, reconocido cirujano francés cuya maestría y excelencia proporcionaron importantes innovaciones en el campo de la cirugía del siglo XX. Tratándose de un hombre de ciencia y un profesional cuyas manos son claves como herramienta de precisión, me llama poderosamente la atención que relacione la productividad en el trabajo con el estado de ánimo.
Creo interesante exponer este tema ya que —aunque parezca increíble— en pleno siglo XXI, aún quedan gerentes, empleadores, empresarios, mandos intermedios y encargados de equipos, que parecen no tener en cuenta la sabia reflexión con la que comienzo el post. En lugar de ello, de construir relaciones que favorezcan ambientes dónde las personas puedan aportar con ilusión y compromiso lo mejor de sí mismas en su puesto de trabajo; utilizan el miedo, la amenaza, la sanción, la coacción, el control disfrazado de supervisión junto con una buena porción de nefasta comunicación; que no hacen sino sembrar desánimo, angustia y temor que acabarán degenerando en más y mayores errores acompañados de una caída en la productividad. Últimamente he leído algunos artículos que hablan sobre el hecho de que las empresas no tienen por qué hacer felices a sus trabajadores, y estoy de acuerdo en que no debemos dejar nuestra capacidad para ser felices en manos ajenas. Lo que no comparto es que se utilice esta premisa como escudo tras el que parapetarse y mantener hábitos gerenciales anticuados, desalentadores y contraproducentes, tanto para la salud mental de los empleados, como para la cuenta de resultados de la organización. Tal vez con modificar “eso” que contribuye a desmotivar sería suficiente… ¿A quién le apetece involucrarse y dedicarse no solo en cuerpo (presencia) sino también en alma (amor) a un proyecto, si siente miedo y aversión al solo hecho de pensar que tiene que reunir todas sus energías para superar la jornada de trabajo? Dediquemos unos minutos a pensar en ello.
Para desempeñar funciones de responsabilidad sobre personas, no basta con el conocimiento técnico. Es imprescindible entrenar las competencias personales: comunicación, empatía, resolución de conflictos, trabajo en equipo. En definitiva, desarrollar la inteligencia emocional y aplicarla también en el ámbito laboral. Porque es cada vez más la gente con gran talento la que me plantea que estarían dispuestos a cambiar su trabajo, a asumir el riesgo de montar un negocio o, incluso, que aunque el hecho de estar en desempleo es una situación económica no deseada para la mayoría, en ocasiones, la cambiarían por el sufrimiento y desgaste emocional que llegan a experimentar en sus puestos. La pregunta que se hacen es: ¿Compensa? Está claro que trabajamos y a cambio recibimos un pago por nuestros servicios, pero ejercer nuestra labor con excelencia, desde el compromiso, necesita de una cultura y ambiente sanos para que pueda florecer.

Mi pregunta, sobre todo para aquellos que tengan personas bajo su mando, y volviendo al protagonista del post de hoy, Victor Pauchet, es: Teniendo en cuenta lo leído hasta aquí, ¿cómo te gustaría que fuese el director de tu cirujano?