Hay
quién se deja la piel y la vida por conseguirlo. Hay quienes lo persiguen como
al Santo Grial. Hay quién lo consigue
sin importarle los medios. Y hay, hasta quienes lo anteponen a todo lo demás. Para tener más…
Y, ¿para qué queremos más?
Nos
esforzamos por encontrar la clave secreta, aquella que sólo parecen conocer los
alquimistas y que es capaz de
convertir el plomo en oro. Y si es rápido, mejor. Aunque “lo mejor” casi nunca
llega rápido. Pensamos que hemos alcanzado el éxito si obtenemos reconocimiento, dinero, posición social,
aplausos. Pero, ¿y si estuviésemos buscando la fórmula equivocada? Al fin y al
cabo, ¿qué es tener éxito? Y, ¿cómo estar seguros de que cuando se tiene éxito
no es ese éxito el que “nos tiene” a nosotros?
Es
probable que pienses, a primer golpe de vista, que estas preguntas pueden hacer
tambalear las creencias acerca de lo
que consideramos como una persona o un negocio exitoso. Y, sí, esa es
precisamente su función. Cuestionar lo
que nos han dicho que es el éxito es importante para averiguar si eso es lo
que realmente estamos anhelando. Según las buenas recetas, cada ingrediente
cuenta. Tiene su medida y su tiempo de cocción si nos afanamos por elaborar un plato exquisito saludablemente equilibrado que no sólo sacie nuestra hambre, sino que también nos aporte
verdaderos nutrientes que nos hagan sentir y estar bien. En cambio, si nuestro
plato —aunque sabroso y atractivo— está carente de verdadero alimento y lleno
de calorías vacías que no nos aportan nada útil, a la larga perjudicará nuestra
salud física y también psicológica. Por eso, tal vez el éxito junto con su
fórmula, se nos quedan cortos; quizás porque solo “calman el hambre y colman
los sentidos”. Pero del resto se olvida…pretendiendo que el éxito nos regale lo
que sólo el logro puede darnos: desarrollo
personal de nuestras propias capacidades y contribución social. En otras
palabras, no es igual “un plato grande que un gran plato”, ni es lo mismo una vida de éxito que una vida lograda. Entonces, si
es esta última la que ansiamos, deberemos aspirar, antes que a la notoriedad
como fin, a la calidad de nuestros actos. Indudablemente ello requiere de un autoliderazgo disciplinado, dirigido a la excelencia y enfocado hacia uno mismo,
capaz de llegar a “resonar” e incluso inspirar a los demás. En los negocios y
en la vida. Porque —recordemos— vivimos y trabajamos con personas y para
personas.
En
resumidas cuentas, la verdadera fórmula magistral para lograr una vida plena,
satisfactoria y que nos proporcione bienestar, pasa por mejorarnos como seres humanos —personas y profesionales— con objeto
de aportar esa excelencia a todo
aquel que la requiera, sin dejar de renovarnos. Por lo tanto, la “incógnita
alquímica” que trasforma nuestros “plomos” o carencias en “oro”, y que nos
permite brillar para poder compartir esa luz, está siempre más cerca de lo que
pensamos; no se trata de tener más… porque seremos “esclavos” encerrados en una
prisión sin barrotes. Se trata de apostar por ser mejor, de generar la actitud de trabajar con esmero “desde dentro hacia afuera” para hacer
visible y valorable “lo valioso”.
Y tú,
¿qué fórmula eliges?
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