¿No te parece que en ocasiones decir “no” a algo o a
alguien se nos hace lo más difícil del mundo?
Parece como si una fuerza superior nos obligase a estar disponibles
para todo y para todos en cualquier momento, incluso aunque sintamos en nuestro
foro interno que vulneramos nuestros propios deseos, necesidades o, más aún,
valores. Entregamos nuestro tiempo; aquel bien tan escaso que nos habíamos
prometido dedicar a nuestro proyecto, a nuestro descanso, a aquello que
queríamos hacer, postergando todo eso para dar respuesta —primero— a los
intereses de otros. Luego, nos repetimos como un eco que a nadie le importa si
podíamos o no; que no tenemos ni un minuto para ocuparnos de nada de lo que verdaderamente
nos importa; que los demás no son conscientes de cuando sus peticiones nos
provocan malestar por inoportunas. Ahora, para y pregúntate: ¿Me importaba yo
lo suficiente como trazar mi límite?
Curiosa la respuesta, ¿no?
Es muy probable que nos comportemos así porque nos
parezca que al dar una negativa estamos rompiendo la máxima regla de cortesía,
respeto y educación. Quizás así nos lo han enseñado. Bien… ¿Y dónde quedamos
nosotros en esta ecuación?
Cuando damos respuesta a aquello que nos solicitan,
estamos indicando con nuestra acción cuáles son, en ese momento nuestras
prioridades, pero ¿lo hacemos desde la honestidad o luego aparecerá la queja?
No quiero decir con esto que digamos “no” por sistema, pero sí cuando ello esté
poniendo en tela de juicio nuestro propio bienestar emocional. Aprender a decir
“no” es una habilidad básica, una muestra de respeto propio que aumenta nuestra
autoestima, demostrándonos que el poder de la decisión está en nuestras manos y
que si alguien resulta molesto tras conocerla, eso sin más remedio, quedará de
su cuenta.
Esto último es muy interesante porque nos abre otra
cuestión relevante: ¿sabemos recibir un “no”? Andamos preocupados dando siempre
un “si” a toda costa, “protegiendo” los derechos de otros a pedirnos y
sorprendentemente… ¡A veces nos dicen que no!
Y volveremos a lamentarnos si no hemos asimilado que los
límites existen, que cada persona es responsable de marcar los suyos propios y
de darlos a conocer cuidando, eso sí, la relación que los une. Por este motivo,
es fundamental que escuchemos sin extrañeza desde nuestra más tierna infancia
cómo nos dicen un adecuado y oportuno “NO”. Es cierto que puede tratarse de un “no ahora” o un “no así” pero, en cualquier caso, nos preparará para la vida, esa aventura
dónde para recibir un “sí” has debido aprender a saborear algunos o muchos
amargos “noes”. ¿No es cierto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario